A veces la soledad
es encuentro.
En ocasiones es bendición,
cuando la aceptamos,
la amamos,
y nos dejamos
amar por ella.
Siempre está
y ha estado,
ahí,
esperándonos a que la acojamos
para, a su vez, acogernos
y querernos.
La soledad
nos hace compañía
cuando el ruido cesa,
cuando falta la falta
y cuando nos abrimos
al abismo
que se abre
hacia dentro
de nosotr@s
mism@s.
Ese que,
constantemente,
intentamos cubrir,
por el que
(nos) consuminos
y para el que
inventamos
tapas
sin parar.
La soledad nos bendice
cuando la bendecimos.
Gerttz